¡Hoola! Escribo de nuevo porque hace unos días fue mi cumpleaños. Para mí no es que sea nada especial: hace mucho que dejé de celebrarlo, y me parece un día como otro cualquiera, en el que (si puedo) aprovecho para tomar algo con algunos amigos o con la familia. Igual que pude haber salido a tomar una cerveza el día anterior, y como solemos cenar juntos en casa habitualmente. Igual. Y si nadie se apunta ese día, pues cualquier otro. Igual. Ni siquiera menciono que es mi cumpleaños. Porque es una fecha más.
El caso, que ya por la mañana me desperté leyendo un montón de mensajes con felicitaciones. A lo largo del día llegaron muchos más, y alguno despistado los días posteriores… muchos de personas con las que ya no tengo mucho contacto, y otros de amigos cercanos. Todos de gente con la que por una cosa u otra tuve la suerte de coincidir en algún momento, y que se molestaron en escribir unas líneas. Agradezco que se hayan parado unos segundos a felicitarme, pero también quiero explicar aquí el motivo por el que no hace falta.
¡Claro que hace años yo también lo hacía! Sobre todo con el “boom” de las redes sociales… era una gozada que Facebook o Tuenti te recordasen cada día quién cumplía años, y así poder dejarle la felicitación correspondiente. De esta forma, la persona sabía que te habías acordado de ella, y podía ver en su “muro” o “tablón” un sinfín de buenos deseos en “su día”. Muchos. Y a casi todo el mundo le gusta saber que se acuerdan de él.
Personalmente, a mí empezó a dejar de gustarme cuando (supongo que en época de exámenes, ya ni me acuerdo) dejé de entrar en las redes sociales de forma regular. Al no visitarlas cada día, me perdía algún cumpleaños, me acordaba un par de días más tarde, o se me olvidaba por completo aún habiéndolo leído en Facebook... ¡qué desastre! Y empecé a darle vueltas: esta persona me importa, pero se me olvidó su cumpleaños. Bueno, son cosas que pasan, la vida sigue, pero… ¿y si le pareció mal? Igual piensa que no le felicité por algo que hizo, o no le hace gracia que no le haya puesto una felicitación a él o ella pero sí a X amigo en común… Que (cruzo los dedos) espero que no sea el caso, pero siempre hay que contemplar la posibilidad… Y entonces decidí que nada, a partir de ese momento, no iba a felicitar de la misma forma.
Que no es que me haya vuelto una aburrida o una desconsiderada (igual ya lo era antes, pero no voy a serlo más por cambiar en esto), es sólo que me parece más práctico… Lo que no quiero es hablar con determinadas personas sólo un día al año, y que sea sólo para decirles un escueto felicidades. Creo que prefiero algo más. Lo que hago desde entonces es hacer caso omiso de los avisos de cumpleaños de Facebook y similares, y felicitar sólo cuando de verdad me he dado cuenta de en qué día vivo y de que esa fecha coincide con el cumpleaños de alguien a quien aprecio. Entonces mando un mensaje privado ese día u ocho semanas más tarde, cuando me doy cuenta de que se me olvidó. Y es cuando me acuerdo de alguien cuando doy señales de vida. O cuando mando un mensaje largo interesándome por qué está haciendo en ese momento. O garabateo una carta (¡a casi todo el mundo le gusta recibir cartas!). O pregunto cuándo tomaremos un café para ponernos al día. Pero invitaciones de las que se cumplen, fijando un día D a una hora H, y que son sólo canjeables por una llamada a través de Skype, si algo se tuerce.
Y por eso sólo felicito los cumpleaños de Pascuas en Ramos, y por eso me gustaría pedir disculpas si ahora mismo me está leyendo alguien a quien le hacen mucha ilusión esas cosas. Supongo que ya os habréis dado cuenta de que hago las cosas así, pero quiero aclararlo por si hubiese alguna duda. Que no estoy enfadada ni me pasa nada, es sólo que quiero tener relaciones más “personales”, si esa es la palabra. Y como no somos perfectos, y como puedo asegurar que si una red social no me recuerda en qué día vivo y cuántos días quedan para los cumpleaños de mis amigos no me voy a acordar ni de una docena de ellos, prefiero hacerlo de otra manera. Supongo que así también tiene un valor especial el acordarme de alguien con quien ya no trato mucho, un día cualquiera.
¡Pues eso era todo! Muchas gracias de nuevo por las felicitaciones, a aquellos que se han acordado :). Pero también muchas gracias a los que piensan en mí un miércoles a las diez, a los que me escriben algún mensaje tomándome el pelo, o preguntando cómo me va, o poniéndome al corriente de su situación y de sus viajes. Gracias a los que hablan conmigo todos los días, a los que me invitan a una cerveza, y a los que llaman el día de SU cumpleaños. Y, de ahora en adelante, no os preocupéis por escribirme un tres de febrero… que (si os apetece) lo agradezco, pero no más de lo que lo haría cualquier otro día en que me dieseis un toque al móvil para salir a tomar un café.
Julia